José Luis Gómez acaba de presentar en Huelva su recital de poemas de Diario de un poeta recién casado, una función que abrió el pasado viernes el programa cultural de Las Cocheras del Puerto.
-Su recital es una forma de reivindicar a Juan Ramón. ¿Cree que su obra debería estar en otra dimensión?
-Juan Ramón tuvo en el franquismo un gran olvido porque fue un hombre delicado que, en el fondo, no se implicó en la política aunque sí estuvo con quienes debía estar: con la República, el único gobierno democráticamente elegido. Se fue al exilio y no quiso volver por las mismas razones por las que se marchó. Fue muy soslayado en el franquismo. El anterior Nobel fue Echegaray, que no tiene ni de lejos la altura de Juan Ramón. Y el posterior fue Camilo José Cela que, con todos mis respetos, no llega a su universalidad. En el tiempo posterior a la dictadura había otra poesía que quizás era más urgente, la social, y por eso se ha tardado en reivindicar a Juan Ramón. Pero quienes tienen que saberlo -los poetas y estudiosos- saben que él es la cima.
-La casa de verano del Nobel, que luce un estado evidente de abandono, ha perdido recientemente su protección como Bien de Interés Cultural por un fallo en la incoación del expediente, que no fue notificado por parte de la Junta a la propietaria en tiempo y forma. ¿Qué le parece el deterioro de este espacio tan importante en la obra del poeta?
-El asunto de Fuentepiña se enmarca dentro de una dejadez que es proverbial en nuestra tierra. Pero Juan Ramón debe estar más presente a través de trabajos sobre él, de recitales como este -que se deberían hacer en centros culturales que casi no hay en Huelva-, de su lectura y su difusión. Poniendo estatuas no se hace vigente a un poeta, sí se le hace vigente leyéndolo, explicando bien su obra a los alumnos, así como las inmensas opciones de sensibilidad de lengua que hay en su obra y cómo ha contribuido a enriquecer el lenguaje. Poner estatuas forma parte de la memoria de una ciudad, pero no es útil.
-Juan Ramón tuvo en el franquismo un gran olvido porque fue un hombre delicado que, en el fondo, no se implicó en la política aunque sí estuvo con quienes debía estar: con la República, el único gobierno democráticamente elegido. Se fue al exilio y no quiso volver por las mismas razones por las que se marchó. Fue muy soslayado en el franquismo. El anterior Nobel fue Echegaray, que no tiene ni de lejos la altura de Juan Ramón. Y el posterior fue Camilo José Cela que, con todos mis respetos, no llega a su universalidad. En el tiempo posterior a la dictadura había otra poesía que quizás era más urgente, la social, y por eso se ha tardado en reivindicar a Juan Ramón. Pero quienes tienen que saberlo -los poetas y estudiosos- saben que él es la cima.
-La casa de verano del Nobel, que luce un estado evidente de abandono, ha perdido recientemente su protección como Bien de Interés Cultural por un fallo en la incoación del expediente, que no fue notificado por parte de la Junta a la propietaria en tiempo y forma. ¿Qué le parece el deterioro de este espacio tan importante en la obra del poeta?
-El asunto de Fuentepiña se enmarca dentro de una dejadez que es proverbial en nuestra tierra. Pero Juan Ramón debe estar más presente a través de trabajos sobre él, de recitales como este -que se deberían hacer en centros culturales que casi no hay en Huelva-, de su lectura y su difusión. Poniendo estatuas no se hace vigente a un poeta, sí se le hace vigente leyéndolo, explicando bien su obra a los alumnos, así como las inmensas opciones de sensibilidad de lengua que hay en su obra y cómo ha contribuido a enriquecer el lenguaje. Poner estatuas forma parte de la memoria de una ciudad, pero no es útil.
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