Poetas onubenses: Betanzos y Garfias
AURELIO DE VEGA
EN este fárrago de acontecimientos y noticias con que se nos ha presentado el otoño, embarrado de lluvias, blanco de nieves, incierto en la economía, negro en la historia actual de los pueblos, con vientos reales y de los otros, que nada bueno hacen presagiar…, debemos -queremos- pararnos, aunque solo sea, a leer y a meditar, unos momentos en el pensamiento y la poesía de dos grandes poetas de nuestra tierra, de esta provincia, que han desaparecido con apenas tres años de diferencia y que nos dejan sendas obras grandiosas, hechas con el corazón, la inteligencia y el amor a sus pueblos condales.
Odón Betanzos Palacios (Rociana, 1925) y Francisco Garfias López (Moguer, 1921), son buenos amigos míos, de ambos guardo muy gratos recuerdos y los dos me dejaron algunos libros con cariñosas dedicatorias, agradeciendo siempre -dicen- mis atenciones que no eran más que mi admiración por su obra y el disfrutar el regalo de su amistad y su poesía.
Constato, cuando acaba de fallecer el otro poeta de Moguer (siempre se reía y se excusaba Curro Garfias cuando le llamaba así), que los dos tienen algunas cosas en común, sin que yo pueda hacer ahora una reseña total de cuáles; pero sin duda quedaron en las entrevistas que les hice y que fueron -más que nada- resúmenes de largas horas de charlas en torno a algún acontecimiento cultural esporádico con fondo siempre de la literatura.
Odón Betanzos dejó para su epitafio esta frase: "Siempre quiso ser un hombre bueno", que está en su tumba de la misma forma que hay, en el fondo de ella, un poco de agua para dejar constancia de su condición de marino. Y Francisco Garfias, cuando le pregunté cómo le gustaría que le recordasen, contestó sin vacilar que "Me gustaría que me recordasen como un hombre bueno".
Fueron -ciertamente- y se comportaron como tales a lo largo de sus vidas y de sus obras. Los dos, hijos predilectos de sus pueblos, siempre escribieron desde ellos, pensando en ellos, sin salir de sus raíces, como si se sintieran atados a sus gentes. Decía Odón: "No creo que haya un solo trabajo, una sola línea, en que se note la realidad de que yo estaba viviendo fuera. He escrito la realidad mía de aquí; por eso la gente piensa que, si no puro disparate algo similar, yo nunca he salido de España". Garfias hablaba de su trabajo organizado en Madrid; pero… "Andalucía y, concretamente, Moguer está cada vez más vivo en mi vida y en mi obra. En Moguer está la cuna de mi sangre. Cuando salí de mi pueblo tenía mucha ilusión. Luego vinieron los años. Los desengaños. Y ese tirón que alienta en toda mi obra".
Odón fue nombrado hijo predilecto de Rociana el 22 de agosto de 1979. En el acto de proclamación -multitudinario, en la plaza- el escritor hizo un largo, profundo alegato de cómo veía él a "este pueblo que está en todas mis coordenadas" y cómo se sentía en una noche de reencuentro, casi sagrada. Y dijo: "Intento ser el retrato de todos ustedes, la cadencia de su verbo, el perfil de sus inquietudes. En ustedes me he visto y me veo en mis eternas soledades". Y más adelante: "Les diré que toda mi vida guardaré esta distinción que mi pueblo me hace como la más preciada. Mi Rociana, la que me vive por dentro como otra madre de mieles y cales. Tierra mía y pueblo mío. Mi madre me ve y se recrea; mis hermanos me acompañan con su amor solidario; mis amigos están presentes y mis paisanos me señalan con su entrega. ¡Que Dios pague a todos lo que hacen en este día por Odón, su amigo!".
En la víspera del día en que Moguer entregó efectivamente a Francisco Garfias el título de hijo predilecto -24 de octubre de 1986-, confesaba que se sentía confundido y emocionado. "Aunque no se escriba, la poesía está ahí, acechándonos siempre. Esto del homenaje me produce rubor de principiante. Creo muy sinceramente que todo esto es, va a ser, producto del afecto de mis paisanos y no de mis propios merecimientos, que son pequeños y poco relevantes. Cosa de generosidad más que de justicia. Desde aquí quiero decírselo, con todo mi corazón, a cuantos han intervenido en la organización de los actos, sobre todo al alcalde y a la concejal de Cultura. Mi abrazo, mi afecto y mi colaboración desinteresada para aquello en yo pueda servir para algo, muy poca cosa en realidad. Estoy muy conmovido. No se me ocurre más que la palabra gracias, una palabra grande como un corazón hecho de gratitud".
Académico el rocianero y Premio Nacional de Literatura el moguereño, ambos eran exquisitos, una exquisitez tanto por dentro (amabilidad, atenciones, delicadeza, afán de servicio y de hacer las cosas bien), como por fuera, siempre atildados, con trajes impecables (corbata, por supuesto), ademanes, decoro, circunspectos, cortesía y modales dentro de una corrección plenas de sencillez, consideración y respeto hacia todos, ya sean, o no, conocidos. Rindieron siempre culto a la amistad; nos trataron con enorme cariño y yo les veía como hermanos mayores, circunstancia que ellos subrayaron alguna vez. De los dos aprendí y era una delicia conversar con ellos.
Ambos contaban las cosas como son y dejaron frases profundas, para meditar. Así, Odón tenía para su obra tres o cuatro temas fundamentales y una vez me dijo: "Para mí lo fundamental es la búsqueda de una nueva civilización donde el centro sea el amor. Utopía me van a decir, pero todo lo que un ser humano concibe es alcanzable". Y Francisco acuñó algo tan bonito como esto: "La amistad es lo único que nos queda cuando pasan nuestras presunciones por el cedazo del corazón".
Tienen también una coincidencia familiar, en afectos y en nombres. Para Odón, que vivió marcado por el dolor, dos nombres le taladraron durante su vida: el del padre, desde la infancia a la madurez, y el de su hijo, cuando ya granado en plenitud su muerte vino a significar un golpe tremendo: uno y otro fueron Manolo. En el homenaje a Garfias un poeta dijo que la gran pasión de su vida fueron dos mujeres con el nombre repetido. "Como si la misma ola de un mar de ternura, campana a dos voces, repicase sobre la misma playa del cariño. Su madre, Pastora. Su hermana, Pastora. Y tan dulcemente pastoreado se sintió por ellas, tan seguida la una de la otra se le marcharon, que fue como si el suave redil se le llenara de ásperas espinas que se le clavaban en las lágrimas".
Amaron la palabra en su más amplio sentido, conversadores natos desde la fluidez de sus conceptos. Odón decía que lo mejor que tiene el hombre es poder defender sus ideas con la palabra. Protegió y difundió la lengua española desde todos los frentes y la fundación de la Academia Norteamericana de la Lengua Española fue un gran reto. Y de Francisco Garfias es esta cita: "Adoro las palabras porque creo que es el mejor material de que disponemos en nuestra vida".
Quisieron a la naturaleza y la disfrutaron en sus pueblos, desde los pinos de la Rábida y Moguer hasta Mazagón, camino de Doñana… Dedicaron muchas páginas a una y otros. "Ven, palmito de eternidad, / jazmín de las enhorabuenas" (Betanzos). "El sur es un jazmín inacabado. / Invade el dulce olor los litorales" (Francisco). "Ven a mi alma, Rociana, Rociana alada; / por tus calles me voy, a tu alma-plaza me subo. / Mi alma sabe a Rociana / porque mi pan es su trigo" (Odón). "Tanto te nombraron. Tantos / que el alma se te hizo carne. / De tanto nombrarte, solo / te quedó un nombre imborrable" (Garfias).
Ellos fueron grandes amigos, poetas insignes, escritores cabales. En el homenaje a Odón estuvo -en Rociana- Francisco Garfias. Y la Fundación Odón Betanzos acudió, con todo respeto y devoción, a la capilla ardiente del otro poeta de Moguer para ofrecerle el mayor testimonio de admiración y cariño.
12.12.2010 - Huelva información.es
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