Hace pocas horas un SMS enviado por uno de los colaboradores de WWF desde el corazón mismo de Doñana me confirmaba la aparición en la zona de Mazagón del cadáver de otra hembra de lince. Y esto cuando aún no nos habíamos recuperado de la noticia poco antes de la muerte de Centaurea, una hembrita de tres años que vivía en el Coto del Rey, en el corazón del parque.
No conocemos todavía las causas, pero ambas muertes vienen a engordar la inaceptable sangría de linces ibéricos muertos en el Parque Nacional y su entorno. En los últimos ocho años, hemos constatado en WWF la muerte en la zona de 47 linces a causa de enfermedades, de hambre por la falta de conejos, tiroteados, laceados, envenenados o atropellados en la locura de caminos y carreteras que asfixian Doñana con el amparo, a veces, de la propia administración (como hemos denunciado ante la UE y el tribunal de Luxemburgo) y que no deja de crecer.
A pesar de los anuncios oficiales sobre la recuperación de la especie y el éxito en su cría en cautividad, la población salvaje de linces ibéricos de Doñana se encuentra en estado crítico y su hábitat cada vez más alterado y fragmentado por el caos en la ordenación del territorio (como demuestra la expansión ilegal de cultivos intensivos de fresa) y por la falta de un plan claro y riguroso por parte de la Junta de Andalucía para detener estas amenazas.
¿Cómo es posible que esto siga ocurriendo en el corazón y el entorno del Parque Nacional más importante de Europa? ¿Hasta cuándo resistirán los linces de Doñana?
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