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domingo, 26 de diciembre de 2010

DECENAS DE INMIGRANTES MALVIVEN EN EL POLÍGONO LOS ARROYOS, EN MOGUER


La Navidad desliza su celebración hacia la calidez del hogar, en el eterno lazo familiar. Más allá de esta perspectiva benévola, la ciudad esconde una Cara B que se arrastra hasta ahogar la mínima expresión de la condición humana. En este país ‘desarrollado’ también existen ventanas hacia la pobreza, miradas hacia la violación de los derechos universales y un pedazo del mal etiquetado tercer mundo. Las carencias de lo físico, de lo material, de la comodidad de la supuesta sociedad del bienestar, explican, en pleno siglo XXI, las vivencias de Mahmadou, Baba o Lisae.

Detrás de estos nombres aparecen historias del migrante, aquel que, desgarrado de su tierra, busca un fértil futuro en páramos yermos de trabajo. España no era ese país de oportunidades que observaban desde Senegal, Mali o Costa de Marfil. Ahora padecen esta imagen distorsionada en sus doloridos huesos, en sus chozas improvisadas, en el polígono Los Arroyos de Moguer.

Sólo en primera persona se palpa, se huele y se siente la pobreza. Los sentidos se agitan y se comprende aquello que refleja la adormidera de la actual sociedad, la televisión. Eso debieron pensar los alumnos de primero de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Huelva, cuando descubrieron cuatro asentamientos de migrantes africanos en la localidad moguereña. Si bien, más que descubrir, solamente miraron con atención y sintieron que a la vuelta de la esquina también hace falta mucha ayuda.“Al pisar el barro, al compartir con ellos un instante, al ver sus chozas casi desarticuladas por el viento es entonces cuando realmente comprendes que la pobreza está más cerca de lo que nosotros pensamos. A 10 kilómetros de tu hogar, existen seres humanos en condiciones de vida paupérrimas”, afirma la estudiante de la UHU, Rocío García González.

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