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viernes, 15 de abril de 2011

EL OTRO MOGUER: LA "CIUDAD" DE CARTÓN-PLÁSTICO




La otra cara del 'oro rojo'

Los campos de fresa de la provincia de Huelva lo son, también, de pobreza y desesperación. El tercer mundo está aquí al lado, a apenas 20 minutos en coche de la ciudad y sus comodidades. Más de 2.000 inmigrantes, según Cáritas, malviven ya en estos alcázares de la miseria que son los asentamientos ilegales. Cada año, con la llegada de la campaña de la fresa, estos poblados trufan de angustia las cercanías de las plantaciones.(quien tiene la culpa, el oro rojo por que esa mala publicidad y no tratan de erradicarlo de otra forma. Oh la tiene el pobre agricultor) La crisis y la consiguiente contratación de braceros nacionales no han conseguido frenar el 'efecto llamada'. Al contrario. El año pasado en esta misma fecha, Cáritas tenía contabilizado unos 1.100 inmigrantes ocupando en los asentamientos ilegales. Hoy, como queda dicho, son más de 2.000, casi un 50 por ciento más.

Uno de los asentamientos más grandes de la decena larga que hay repartidos por pueblos freseros como Lepe, Lucena y Palos se encuentra pegado a Moguer, a la espalda de un polígono industrial en el que abundan las naves de empresas de explotación hortofrutícola.

Ciudad miserable

Casi 300 personas, en su mayoría procedentes de países subsaharianos como Mali o Senegal, han construido una ciudad miserable en la que no existe la más mínima garantía de salubridad: ni agua potable, ni luz eléctrica, ni saneamiento, ni recogida de basuras, ni limpieza, más allá de la que sus habitantes puedan proporcionarse.

Agrupados por países de procedencia, los poblados de los malíes y de los senegaleses se unen por la mezquita-chabola que, mirando a la Meca, han improvisado con palés de madera, alambres y plásticos abandonados de los invernaderos, los mismos materiales con los que ha construido las 'casas', las 'cocinas', las 'salas de estar' y los 'dormitorios'.

El grupo de Senegal, con la hora del almuerzo cercana, se afana en preparar la comida. Hoy, como casi siempre, toca 'tiébou dienne', un guiso típico del país al que le cabe casi todo y que los inmigrantes del asentamiento preparan con pescado, pollo, patatas y verduras conseguidas de los contenedores de basuras o de la solidaridad de la gente. Vivir de la caridad.


Omar Diop, de 21 años y fontanero de profesión, explica que la subsistencia en el poblado depende casi exclusivamente de la caridad de las organizaciones como Cáritas o la Cruz Roja, que acuden con cierta regularidad a prestar la poca ayuda que pueden llevar.

A Mor Loum, senegalés de 45 años, se lo acaban de denegar. Llegó en cayuco a Tenerife hace ahora un lustro. No ha tenido suerte desde entonces. Es de los pocos al que no le importa mostrar su rostro al fotógrafo. La mayoría se niega, sobre todo por temor a que sus familiares puedan ver en las tremendas condiciones en las que viven, ya que piensan que han conseguido estabilizarse y encontrar trabajo en España.Universitarios en los asentamientos.


Entre los inmigrantes que malviven en los asentamientos abundan los estudiantes universitarios. Es el caso de Adama, malí de 26 años, o de Alí, senegales de 29, ambos estudiantes de Economía en sus países de origen, una carrera que dejaron por la llamada del falso mito del primer mundo.


"En cuanto pueda, me vuelvo a mi país", asegura Alí, quien, a estas alturas de desesperación, tiene muy claro que "ni loco" volvería a España. "Esto es inhumano, no entiendo por qué no nos dan trabajo con la cantidad de fresas que hay que recoger", lamenta mostrando sus papeles en regla. El tiempo pasa despacio en un asentamiento, pero entre la siempre infructuosa caza del jornal, los rezos, la búsqueda de comida y su preparación, y, sobre todo, la contingencia necesaria para la mera supervivencia, los inmigrantes apuran las pocas semanas que le restan a una campaña que, además de riqueza y empleo, también genera miseria y desesperación.
Artículo aparecido el 14 de abril de 2011 en http://agribona.blogspot.com/2011/04/la-otra-cara-del-oro-rojo.html

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