Lluvia
Escrito por Pepa Suárez
domingo, 31 de enero de 2010
Las pasadas e insistentes lluvias han dejado algo más que una espesa capa de moho y un efecto psicológico irritante en el recuerdo de quienes hemos crecido bajo un sol omnipresente. Basta con darse un paseo por el litoral o escuchar a los empresarios del sector fresero. Pero las lluvias no saben de agricultura de negocios frente a la de subsistencia, ni de economía de mercados competitivos, ni de redes de alcantarillado enterradas a pie de playa, ni de mobiliario para el uso y disfrute de veraneantes. Desde el Neolítico hasta nuestros días no hemos dejado de mirar al cielo por muchas horas de cálculos matemáticos que llevemos a nuestras espaldas. El agua casi siempre gana la batalla dejando al descubierto nuestra osadía contra los elementos. Un relleno por aquí, un dique por allá, una urbanización situada donde no debería o una plantación competitiva pueden desaparecer en unos pocos minutos bajo unas cuantas toneladas de fango. Sin contar las construcciones megalómanas contra natura. Sería conveniente, de una vez, dejar a un lado las chapuzas políticas y desempolvar todo nuestro conocimiento científico y tecnológico, si no queremos volver a sacar los santos a la calle para que nos amparen. Mientras tanto sólo nos queda regenerar las playas sin más dilación para que no se conviertan en cloacas putrefactas.
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