Recuerdos de la noche mágica de Mazagón
La organización fue sobria, pero no faltaba de nada: el micrófono, unas velas repartidas por todas las mesas... Y el cartel que animaba a aplaudir para elevar la moral de los actores.
Mazagón ha vivido recientemente una jornada diferente que atrajo la atención de habitantes y asiduos de la localidad costera. La idea surgió en una de esas sobremesas prolongadas... hacia las once de la noche, cuando los sueños comienzan a fusionarse con la realidad... cuando se empezaron a relatar anécdotas, ordenadamente, cada uno lo que quiso y como le vino en gana.El caso es que la iniciativa tuvo eco y corrió como la pólvora por las calles de Mazagón. Había muchos que querían participar de esta noche que se presumía diferente, divertida y entrañable. La única diferencia respecto al origen es que, esta vez, esa charla de sobremesa, ese desnudar la imaginación, ese compartir sentimientos, sueños o experiencias, se haría en un lugar público, en el Mesón La Placeta, donde sus propietarios, Marisa y Pepe, eran capaces de aguantar la incógnita de la propuesta, con el toque brujo de las velas. El reto estaba echado y los aspirantes a artistas decididos a que todo el mundo que quisiera riera con ellos, o de ellos, tal era el espíritu para todo el que se atreviera participar.El éxito fue abrumador y, al final, los voraces espectadores ya estaban preguntando sobre la segunda edición de esta Noche Mágica entre Amigos que ideó Nuria Barba para el disfrute de todos.Rompió el fuego Jesús, con un monólogo cuyo mérito principal tal vez fuese el de quitar los nervios a los demás. Aunque no se logró del todo, porque el micrófono y los espectadores imponen y hubo algún artista que se borró de la nómina, superado por la situación. José Luis intrepretó un escrito con habilidad, recabando la atención del público; Carmen estuvo, quizá, más entregada y su interpretación obtuvo más matices que llegaran a los asistentes; Rosario mostró su experiencia ante el micrófono, pausada y elegante; Julio calló hasta las moscas con su voz rota y su sentido poema; Joaquín frenó su arte en un ataque de risa interminable y el cenit de la noche llegó con el monólogo de Macarena, divertido, muy divertido, hasta llegar a las lágrimas.
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