Costa de la Luz
23/03/2010
En primavera, que la sangre altera, y en el pórtico de la Semana Santa, con la penitencia más que cumplida, según fueron tan duras en las formas y el efecto las experiencias dictadas por el invierno, sin que, todavía, el litoral de nuestra memoria haya tenido la posibilidad de recuperarse (¿podrá hacerlo en adelante?). Y aún falta por llegar la preocupante marea del próximo 28. Veremos qué pasa. Como fuere, analizado con hondura el problema, lo que queda es actuar, lo único que vale. Y con soluciones de presente y de futuro, por supuesto. Conoce el observador algunas playas; las suficientes, creo, para destacar ésta en la que ahora se encuentra, llámese Mazagón, Matalascañas o La Antilla (las más castigadas por los últimos temporales), en esa relación más completa cuya unidad y diversidad sirvieron para que la Luz, con intención definitiva entonces, quisiera gozosamente aposentarse aquí y ser tomada como propia. De todas las playas de Huelva trae, pues, el observador, el instante actual. Deseo suyo, y también de toda la ciudadanía, de no abandonar nunca el lugar donde se es, suelo que se nos ha huido de los pies súbitamente. ¿Asombrado por el mal tiempo? Más natural es achacar el hecho a actuaciones humanas: la construcción del dique Juan Carlos I (El Espigón), por ejemplo; espacio éste de ningún dios y adonde permanece retenida gran parte de aquella blanquísima arena. Que nos sea devuelta.
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