arias breves
Con Mazagón
Rafael Ordóñez Actualizado 16.03.2010 - 01:00
Mientras esta columna aguante firme, un servidor de ustedes estará siempre presto y raudo a echarle un capote, una mano a Mazagón. Estaré al quite siempre que quieran cornearles las ingles al que desde hace casi treinta años llamo mi pueblo. No en vano he pasado en él casi la mitad de mi vida. Aunque hoy, Mazagón no necesita una ayudita, un empujoncito; hoy necesita un bote salvavidas. La situación de Mazagón ha sido siempre de olvido y abandono por parte del Ayuntamiento matriz, Moguer del alma mía. Mi pueblo es para aquel Ayuntamiento caja recaudadora y poco más. Naturalmente que sé de lo que hablo. Lo de los mazagoneros no es experiencia vivida, antes bien, sufrida. Penar y padecer son el sino de los que un día decidimos irnos a vivir a uno de los rincones más bellos de la costa española, desde el golfo de Vizcaya al de Cádiz. Hoy Mazagón no sufre, hoy agoniza. Este invierno infernal que llevamos en los huesos ha acabado de poner patas arriba lo que apenas antes estaba disimulado. Qué les voy a contar que ustedes no sepan por este periódico siempre atento a las cosas de toda Huelva; no sólo de la capital. La playa de Mazagón, como la de Matalascañas, ha dejado sencillamente de existir. Para la primera va a haber dinero gubernamental, para la segunda estamos todos temblando porque nos parece que no. Los comerciantes mazagoneros se las ven en estos días con Costas. Ya veremos lo que pasa. De momento, desconocemos si habrá soluciones o tendrá lugar la habitual faena de aliño y capotazos por doquier y que os zurzan, mazagoneros. A los internautas que han entrado en la web de esta casa, hasta uno desde Israel, a comentar la noticia no se les ha ido el intríngulis de este asunto. Son varios los que han visto lo que hasta los más miopes han hecho; y es el color político de los dos ayuntamientos: el de Moguer y el de Almonte. Y es que estamos tan acostumbrados a este sectarismo, a este maltrato, a esta casta política cada día más impresentable que a nadie puede extrañar que esa sea la razón de la discriminación, una más, de Mazagón. Aviados vamos: olvidados de nuestro Ayuntamiento recaudador y del Gobierno de la realidad nacional. De los dos a la vez. Pero en este caso, parece que es el gobiernito el que debería soltar la pasta. Mazagón no tiene quien le quiera, no tiene quien se acuerde de él, no tiene quien atienda a su supervivencia. Pero sí tiene quien le escribe. Esta columna, que siempre ha andado con lo maltrechos, los fanés y descangallados de la sociedad onubense, se pone otra vez a los pies de un pueblo al que casi se ha tragado el padre Océano ante la indiferencia de los que tienen la obligación constitucional de guardarlo y defenderlo.
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