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domingo, 14 de junio de 2009

DE NUEVO SOBRE EL REPORTAJE DE FRANCE 5


La producción de la fresa de Huelva más allá de France 5

El polémico reportaje de la televisión pública gala cuestiona el sistema de cultivo, pero no detecta ilegalidad alguna
Redacción / Huelva | Actualizado 14.06.2009 - 05:01

El reportaje La rançon de la fraise (El precio de la fresa) emitido por el canal de televisión pública France 5 ha desatado la polémica. La visión que ofrece este documento sobre la producción de la fresa onubense ha provocado las críticas del sector, las administraciones e instituciones de la provincia al considerar que se trata de un ataque directo hacia Huelva. Interfresa y la Diputación Provincial han expresado a Francia su más enérgica protesta y emprendido acciones en diversos terrenos.

El reportaje ofrece una visión negativa de la producción fresera y da una visión parcial de aspectos sociales y medioambientales sin reparar en las repercusiones económicas que tiene para la provincia. Y es que este cultivo intensivo no es más agresivo con el entorno que otro que pueda realizarse en cualquier punto de la Unión Europea, como reconoce uno de los responsables del reportaje. No lo es por cuanto que esta forma de producción agrícola, según los expertos, es cada vez más respetuosa con el medio ambiente.

El documental incide en la generación de residuos que produce el cultivo, en el empleo de productos fitosanitarios nocivos según algunos colectivos y científicos y en las condiciones de trabajo de los temporeros, aunque se echan en falta otros puntos de vista, como el de la administraciones o los sindicatos.

Los inicios del cultivo intensivo de la fresa se remontan a los 80 años y desde entonces se ha avanzado en los métodos de cultivo y en las condiciones de vida de los temporeros. El aumento de la producción, que se visualiza en el mar de plásticos extendido en distintos municipios de la geografía onubense, ha llevado parejo nuevas fórmulas y menores daños sociales y ambientales.

Como cualquier otra producción agrícola, la fresa cuenta con defensores y detractores. Los primeros (agricultores, productores, viveristas, importadores, mayoristas y distribuidores) porque viven de ella y los segundos, sobre todo ambientalistas y defensores de los derechos de los trabajadores, por sus preocupaciones sanitarias, sociales y medioambientales.

En el reportaje, la realizadora Beatriz Limare da la voz a ambas partes y las imágenes ponen de relieve todo el proceso productivo hasta conseguir esa fresas grandes, brillantes, que pueden consumirse en pleno invierno en el norte de Europa, una vez cultivadas en el sur de España donde el clima es bastante más cálido.

En el mes de julio la campaña de recolección de la fresa termina y ya comienzan a prepararse los campos para una nueva cosecha. Con las labores de limpieza del terreno, plásticos y gomas de riego se amontonan para ser trasladados a vertederos y plantas de reciclado que existen en Huelva.

En el reportaje, sólo se visiona cómo se cargan en camiones los montones de residuos con destino no se sabe dónde y los bidones de productos químicos que se acumulan en las explotaciones freseras, fitosanitarios a menudo cuestionables pero en cualquier caso permitidos por la normativa europea. En los últimos años uno de estos componentes, el bromuro de metilo, un desinfectante para la tierra, se ha sustituido por agrocelona y ha dejado de utilizarse en los campos freseros.

Sin embargo, los grupos conservacionistas han denunciado la utilización de estos productos como el ácido nítrico que, en su opinión, deberían estar prohibidos por ser corrosivos, contaminantes y nocivos para la flora y la fauna del entorno donde están los cultivos. Además, han denunciado el avance de explotaciones que está invadiendo los espacios forestales de Doñana y la sobreexplotación del acuífero 27 que alimenta de agua al espacio natural.

El reportaje recoge el testimonio de miembros de esta organización que lucha contra esta cultura intensiva pero que al mismo tiempo proporciona numerosa mano de obra. Se calcula que la pasada campaña fresera empleó a más de 60.000 personas. La mayoría de ellas son inmigrantes contratados en origen procedentes sobre todo de Marruecos y en menor medida de Rumanía y Polonia.

Son trabajadores -trabajadoras en su mayoría- que vienen a la campaña fresera con el único propósito de ganar dinero, que tienen a su cargo familia en su país de origen. Trabajan seis horas y media por un montante mensual que alcanza los 1.000 euros, si bien los salarios están acogidos al convenio provincial del campo. Muchas de ellas son repetidoras y acuden habitualmente a la campaña año tras año. La fórmula de contratación en origen sirve ya de modelo en terceros países. Los trabajadores reciben alojamiento en barracas colectivas consideradas de comodidad espartana pero donde habitualmente no faltan los electrodomésticos y enseres necesarios que se precisan a diario.

No obstante, algunas trabajadoras han denunciado el trato que reciben de los contratistas a los que "sólo les interesa el resultado de la producción". El trabajo diario para esta mano de obra es duro y, si llueve, no hace suficiente sol y se retrasa la campaña. Pierden jornales y dejan de ingresar dinero. Es la ley del campo. La misma de cualquier otro lugar.

El reportaje hace referencia al "acoso sexual o moral, e incluso abuso sexual" que sufren algunas trabajadoras, según un abogado de la Asociación en Defensa de los Derechos Humanos, aunque no hay ninguna denuncia presentada al respecto (como él mismo reconoce) sino únicamente el testimonio de las supuestas víctimas.

Toda la fresa que estas trabajadoras recogen llega en camiones a Perpiñán, plataforma logística para entregar la fruta. Es en pleno territorio francés, país dónde se ha emitido el documental. A este punto llegan anualmente 400.000 camiones procedentes de Huelva después de haber recorrido más de 1.000 kilómetros. Cada caja tiene la etiqueta de .

Los distribuidores franceses esperan a partir de enero el oro rojo para llevarlo a la mesa de los hogares de los países del norte europeo. Previamente, un laboratorio realiza análisis sobre la fruta para comprobar si reúne las condiciones para la venta. Se desconoce el número de cajas que se devuelve, pero la comercialización no se detiene porque los análisis así se lo permite. La fruta supera todos los controles a pesar de que los métodos de producción sean cuestionados. Su distribución es imparable.

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