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sábado, 6 de junio de 2009

MOGUER Y SUS PLAYAS DE MAZAGÓN VISTOS POR UN PERIÓDICO ARGENTINO


POSTALES: ESPAÑA

En Moguer, la tierra de Platero

Una visita al pueblo andaluz que inspiró a Juan Ramón Jiménez para escribir "Platero y yo". Un escenario de casas bajas, colinas y playas.

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Grisel Isaac.
gisaac@clarin.com

El alma de Moguer es el pan. Moguer es igual que un pan de trigo, blanco por dentro como el migajón, y dorado en torno —¡oh! sol moreno— como la blanda corteza. Juan Ramón Jiménez no escatima poesía para contarle al mundo sobre la belleza del pueblo donde nació y vivió en distintos momentos de su vida. "Platero y yo" es quizá un buen comienzo para acercarse a ese pueblo blanco y andaluz arrimado al río Tinto, en la provincia de Huelva, desde donde se siente el azul del Atlántico.

Moguer se deja descubrir indagando en su pasado, en su arquitectura, en su gente. Y en su economía, claro. Esta ciudad que hoy prospera esencialmente por su dedicación al "oro rojo" o, en otras palabras, al cultivo de la fresa, está ligada con fuerza a la historia colombina, al mundo literario, al turismo de playas y a la fuerza de las construcciones monumentales.

Moguer fue aquel pueblo en donde en uno de sus astilleros —de la mano de la familia Niño— se construyó la carabela "La Niña". Y es también el lugar que, entre sus calles empedradas y angostas, atesora edificios como el monasterio de Santa Clara, gótico, mudéjar y renacentista, ubicado en Plaza de las Monjas, donde dicen que en 1493 Cristóbal Colón rezó una noche entera al regresar de su gran aventura por América. Justamente, el próximo jueves a las 19.30, tendrá lugar la celebración del Voto Colombino en la Iglesia Conventual de Santa Clara, acto que conmemora el regreso de "La Niña" y la posterior oración de Colón.


Nobel moguereño


"Nací en Moguer la noche de Navidad de 1881. Mi padre era castellano y tenía los ojos azules; y mi madre, andaluza, con los ojos negros. La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa vieja de grandes salones y verdes patios", escribe Juan Ramón. En esta ciudad están la Casa-Museo Zenobia y Juan Ramón (en el número 10 de la calle que lleva el nombre del poeta) y su Casa Natal (calle Ribera 2). Ofrecen un recorrido por la vida del Premio Nobel de Literatura y de su esposa a través de los objetos personales que se exhiben. La Casa Museo, de estilo andaluz, tiene dos plantas, un patio central e interior con el famoso aljibe de mármol, y otro exterior, donde está el establo y una estatua en bronce de Platero, su burro "pequeño, peludo y suave".

Esta casa guarda, entre otras cosas, su máquina de escribir, la primera edición de "Platero y yo", de 1914, y su primer libro editado, "Almas de Violeta", de 1900. Es importante advertir al visitante que desde el 5 de diciembre, ambas casas están cerradas al público. "En 2001 se inició un proceso de rehabilitación (de la Casa Museo) y se trasladó todo el mobiliario y material expositivo a la Casa Natal en forma provisioria", explican en el centro de Estudios Juanramonianos y agregan que ahora ambas están cerradas porque el proceso está en su fase final y deben desinsectizar todo el material para que ingrese a la Casa Museo en perfecto estado. "Aún no se sabe el día exacto de su inauguración, pero se prevé que será la próxima primavera (europea)", agregan.

Pero hay más pistas para ofrecer a los juanramonianos que visiten Moguer: la Casa de la calle Aceña (hoy calle Sor Angela de la Cruz), donde el poeta vivió desde finales de 1905 y hasta 1912, el panteón del matrimonio Jiménez-Camprubí en el Cementerio Parroquial (la pareja descansa allí desde 1958, ya que ambos murieron en Puerto Rico) y, Fuentepiña, a dos kilómetros del centro, la casa de descanso del poeta. Si bien esta última está en manos privadas, puede visitarse. Según se cuenta allí, junto a un grueso pino de los que rodean la casa está enterrado el fiel Platero. Y las panorámicas resultan muy atractivas.

Del empedrado a la playa

Una visita a Moguer debería incluir el convento de San Francisco, renacentista y barroco, hoy sede del Archivo Histórico Municipal y de la Biblioteca Iberoamericana; la ermita Nuestra Señora de Montemayor y el edificio neoclásico del Ayuntamiento, entre otros imperdibles.

También llama la atención el Castillo, originariamente una torre defensiva romana devenida en construcción militar. Actualmente allí funciona la Oficina de Información Turística.

El turismo de sol y playa suma un punto más a la actividad turística. Entre las playas de Moguer, caracterizadas por sus acantilados y vegetación, se destaca Mazagón, límite con el Parque de Doñana y a 20 kilómetros de Moguer. Se distingue por sus pequeñas playas agrestes y salvajes, su arena fina y de color tostado —marrón claro— y un paisaje marino que se completa con pinares frondosos y médanos.

Quizá después de conocer Moguer y sus alrededores, de caminar por sus calles, sentir su historia y conocer a su gente, uno pueda comprender un poco más la pasión de Juan Ramón Jiménez por su pueblo natal: Te llevaré Moguer a todos los lugares y a todos los tiempos, serás por mí, pobre pueblo mío, a despecho de los logreros, inmortal.

3-11-2007

Tomado de: http://www.clarin.com/suplementos/viajes/2007/03/11/v-00611.htm

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